Desde hace más de cien años, han sido los Zabalines los responsables de la recogida de basuras. Esta minoría cristiana copta vive, o mas bien malvive, del reciclaje de lo que encuentran recogiendo piso por piso y puerta por puerta los desperdicios de una ciudad de más de dieciocho millones de habitantes. Una vez en sus casas, en sus salas o cocinas, las mujeres y los niños analizan minuciosamente el contenido de cada una de las bolsas, separando el plástico y el papel de lo orgánico, que sirve de comida para los cerdos que crían en el barrio Muqattam.
Como este sistema de recogida parecía no funcionar, el gobierno egipcio decidió contratar, hace unos años, empresas extranjeras, incluida alguna española. La iniciativa fracasó desde sus inicios por la terrible estructura burocrática a la que se enfrentaron, los robos de material y la negativa de los ciudadanos a pagar impuestos por un servicio que aunque deficiente tenían practicamente gratis.
En cuanto a robos, algunos de los más curiosos se produjeron cuando los más avispados detectaron que aquellos contenedores de basura verdes podrían tener otros usos mejores para la propia economía doméstica. Así empezaron a usarlos como carro de la compra, tienda de frutas o de lo que fuera e incluso de aire acondicionado, cuando descubrieron que llenándolos de cubos de hielo podían aislar la casa del calor durante todo el verano.
Con este panorama, las empresas extranjeras hicieron las maletas y el servicio volvió a manos de los basureros coptos que se siguen valiendo de sacos, carros y burros para recoger las diez mil toneladas de basura que produce esta ciudad. ¿Sorprendidos?