Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
1 - Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.
2 - Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...
3 - Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.
Alejandro le explicó:
1
- Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así
mostrar que ellos NO tienen, ante la muerte, el poder de curar.
2
- Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos
puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.
3
- Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas
puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías
partimos, cuando se nos termina el más valioso tesoro que es eltiempo.
Profecía confiable
Unos doscientos años antes de Alejandro Magno, el profeta Daniel escribió lo siguiente respecto a la dominación mundial: “¡Mire!, había un macho de las cabras que venía del poniente sobre la superficie de toda la tierra, y no tocaba la tierra. Y en lo que respecta al macho cabrío, había un cuerno conspicuo entre sus ojos. Y siguió viniendo hasta el carnero que poseía los dos cuernos, [...] y vino corriendo hacia él en su poderosa furia. Y [...] procedió a derribar al carnero y a quebrar sus dos cuernos, y resultó que no hubo poder en el carnero para mantenerse firme delante de él. De modo que lo arrojó a la tierra y lo holló [...]. Y el macho de las cabras, por su parte, se dio grandes ínfulas hasta el extremo; pero en cuanto se hizo poderoso, el gran cuerno fue quebrado, y procedieron a subir conspicuamente cuatro en lugar de él, hacia los cuatro vientos de los cielos” (Daniel 8:5-8).
¿A quién se referían esas palabras? El propio Daniel lo aclara: “El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos representa a los reyes de Media y Persia. Y el macho cabrío peludo representa al rey de Grecia; y en cuanto al gran cuerno que estaba entre sus ojos, representa al primer rey” (Daniel 8:20-22).
Piense en ello. Durante el tiempo de la potencia mundial babilónica, la Biblia predijo que las potencias siguientes serían Medopersia y Grecia. Además, tal como ya se destacó, la Biblia declaró expresamente que en cuanto se hiciera poderoso, el gran cuerno —Alejandro— sería “quebrantado” y reemplazado por otros cuatro, añadiendo que ninguno de ellos sería descendiente suyo (Daniel 11:4).
Esta profecía se cumplió en todo detalle. Alejandro ascendió al trono en 336 antes de nuestra era, y siete años después ya había derrotado al poderoso rey persa Darío III. Posteriormente siguió expandiendo su imperio hasta su prematura muerte en el año 323, a los 32 años de edad. Nadie, ni siquiera un descendiente, sucedió a Alejandro como gobernante absoluto. En vez de eso, sus cuatro generales principales —Lisímaco, Casandro, Seleuco y Tolomeo— “se proclamaron a sí mismos reyes” y tomaron el control del imperio, explica el libro The Hellenistic Age (La época helenística).
Durante sus campañas, Alejandro cumplió también otras profecías bíblicas. Por ejemplo, los profetas Ezequiel y Zacarías, que vivieron durante los siglos VII y VI antes de nuestra era, anunciaron la destrucción de la ciudad de Tiro (Ezequiel 26:3-5, 12; 27:32-36; Zacarías 9:3, 4). Ezequiel escribió incluso que sus piedras y su polvo serían colocados “en el medio mismo del agua”. ¿Se cumplieron aquellas palabras?
Veamos lo que las tropas de Alejandro hicieron durante el sitio de Tiro en el año 332. Recogieron los escombros de la antigua ciudad continental y los arrojaron al mar para construir un terraplén de acceso a la parte insular de la ciudad. La estrategia funcionó, y Tiro cayó. Un explorador que visitó la zona en el siglo XIX aseguró: “Las profecías contra Tiro se han cumplido hasta en sus más mínimos detalles”.
Unos doscientos años antes de Alejandro Magno, el profeta Daniel escribió lo siguiente respecto a la dominación mundial: “¡Mire!, había un macho de las cabras que venía del poniente sobre la superficie de toda la tierra, y no tocaba la tierra. Y en lo que respecta al macho cabrío, había un cuerno conspicuo entre sus ojos. Y siguió viniendo hasta el carnero que poseía los dos cuernos, [...] y vino corriendo hacia él en su poderosa furia. Y [...] procedió a derribar al carnero y a quebrar sus dos cuernos, y resultó que no hubo poder en el carnero para mantenerse firme delante de él. De modo que lo arrojó a la tierra y lo holló [...]. Y el macho de las cabras, por su parte, se dio grandes ínfulas hasta el extremo; pero en cuanto se hizo poderoso, el gran cuerno fue quebrado, y procedieron a subir conspicuamente cuatro en lugar de él, hacia los cuatro vientos de los cielos” (Daniel 8:5-8).
¿A quién se referían esas palabras? El propio Daniel lo aclara: “El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos representa a los reyes de Media y Persia. Y el macho cabrío peludo representa al rey de Grecia; y en cuanto al gran cuerno que estaba entre sus ojos, representa al primer rey” (Daniel 8:20-22).
Piense en ello. Durante el tiempo de la potencia mundial babilónica, la Biblia predijo que las potencias siguientes serían Medopersia y Grecia. Además, tal como ya se destacó, la Biblia declaró expresamente que en cuanto se hiciera poderoso, el gran cuerno —Alejandro— sería “quebrantado” y reemplazado por otros cuatro, añadiendo que ninguno de ellos sería descendiente suyo (Daniel 11:4).
Esta profecía se cumplió en todo detalle. Alejandro ascendió al trono en 336 antes de nuestra era, y siete años después ya había derrotado al poderoso rey persa Darío III. Posteriormente siguió expandiendo su imperio hasta su prematura muerte en el año 323, a los 32 años de edad. Nadie, ni siquiera un descendiente, sucedió a Alejandro como gobernante absoluto. En vez de eso, sus cuatro generales principales —Lisímaco, Casandro, Seleuco y Tolomeo— “se proclamaron a sí mismos reyes” y tomaron el control del imperio, explica el libro The Hellenistic Age (La época helenística).
Durante sus campañas, Alejandro cumplió también otras profecías bíblicas. Por ejemplo, los profetas Ezequiel y Zacarías, que vivieron durante los siglos VII y VI antes de nuestra era, anunciaron la destrucción de la ciudad de Tiro (Ezequiel 26:3-5, 12; 27:32-36; Zacarías 9:3, 4). Ezequiel escribió incluso que sus piedras y su polvo serían colocados “en el medio mismo del agua”. ¿Se cumplieron aquellas palabras?
Veamos lo que las tropas de Alejandro hicieron durante el sitio de Tiro en el año 332. Recogieron los escombros de la antigua ciudad continental y los arrojaron al mar para construir un terraplén de acceso a la parte insular de la ciudad. La estrategia funcionó, y Tiro cayó. Un explorador que visitó la zona en el siglo XIX aseguró: “Las profecías contra Tiro se han cumplido hasta en sus más mínimos detalles”.